En la oposición tendemos a exagerar y a dar más valor del que tienen tanto a las cosas buenas como, y especialmente, a las malas. Nos cuesta mucho darnos un margen para no pensar las cosas "en caliente", como si todas las decisiones o las valoraciones de resultados las tuviésemos que hacer corriendo, como si no hubiese un mañana, como si la oposición no nos fuese a esperar encima de la mesa.
Aunque es más fácil decirlo que hacerlo, cuando ha habido un resultado no deseado tenemos que relativizar. Vale, un suspenso es un suspenso aquí y en la Conchinchina y supone que este año tampoco es el nuestro. Pero ¿te has acercado a tus propios objetivos? ¿Has avanzado respecto a la vez anterior? ¿El suspenso es debido a que podrías haber hecho más o, incluso, mucho más, o ha jugado un gran papel los nervios, la suerte, la dificultad del examen, que sea la primera vez que te enfrentas a ello o que no haya sido como lo esperabas?
Naturalmente, si ha sido cuestión de falta tuya de concentración, sacrificio, fuerza de voluntad, ganas, motivación... Tienes que buscar tú los por qués y sus soluciones. Nadie puede estudiar por ti. A lo mejor, ni siquiera estás estudiando algo que te guste y la oposición te amarga. Quizá, sencillamente, es un bache en tu vida que tienes que pasar antes de volver a enfrentarte al estudio y los exámenes. Pero respira hondo y date un margen antes de echarte la culpa sin medida a ti mismo y a tu falta de estudio, pensando si puede haber más motivos para haber suspendido. Me temo que en la oposición, estudiar es el factor más importante al aprobar o no, pero no el único.
Los nervios tienen solución. Aunque nunca te vayan a abandonar por completo, hay ejercicios para alejar la ansiedad y centrarse en el examen que tienes delante. Es cuestión fundamentalmente de actitud.
La suerte, asumidlo, en la oposición está muy presente. Aunque te sepas todo, nunca lo llevarás perfecto porque un temario más o menos amplio y complejo junto al cansancio que acumulamos antes de los exámenes, deja la puerta abierta a ese factor del azar que, por pequeño que sea, está ahí. Tampoco podemos latigarnos por ello.
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También cabe que sea un examen difícil, muchas veces en la situación actual, porque la oferta de plazas sea reducida. Especialmente cuando se trata de exámenes tipo test, las preguntas, aunque sean del temario que has estudiado, pueden volverse retorcidas y hacerte dudar hasta de tu nombre. Tendrás que confiar en ti y en tus capacidades, leer despacio e intentarlo. Y, si suspendes, tomar nota para la siguiente vez de ese nivel de dificultad para incluirlo en tus simulacros.
Y tanto si es la primera vez como si han cambiado algún elemento del juego, te vas a sentir desconcertado pero, igual que antes, tendrás que examinar lo que tienes delante para que la próxima vez no te pille de nuevas o, al menos, tengas versatilidad. Muchas veces, en estos casos, se tratará de, no memorizar cual papagayo, sino entender lo que has estudiado y poderlo extrapolar y razonar en el planteamiento del examen que tienes ante ti.
Hemos perdido una batalla, vale. Pero la guerra se puede ganar; solo hay que evaluar los fallos y adecuar las estrategias con calma y perspectiva. No te castigues de más, pero no dejes de buscar y poner soluciones.